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sábado, 26 de septiembre de 2009

CAPITULO SEGUNDO

Cuando escuchamos la palabra santuario imaginamos un lugar dedicado a Dios, a la Virgen o a otro santo, pero en este caso el término se aplica para describir un sitio que nada tiene que ver con esta definición.
Las paredes blancas parecían exhibir orgullosas el título de perito, como así el de inspector otorgados a Roberto Basílico. Además se apreciaban varias medallas y condecoraciones obtenidas gracias a la dedicación en su trabajo. Un reloj antiguo de madera torneada marcaba con un compás incansable los segundos. Las primeras luces de la mañana atravesaban el ventanal desde el cual se podía observar la avenida, frente a él en la parte central de la oficina se hallaba el escritorio prolijamente ordenado. Un lapicero de vidrio seguido por un calendario anotador que parecía aguardar junto al teléfono. Una canasta rectangular que contenía expedientes dormitaba rozándose con un cenicero cuadrado de vidrio tornasolado, y por último un porta retratos en el cual se apreciaban una pareja de personas mayores donde la mujer sonriendo levantaba el pulgar. La silla giratoria de cuero verde parecía un trono esperando por el rey, detrás había una repisa con libros que iban desde medicina forense hasta el código penal, y hacia la izquierda se encontraba una mesita con la maquina de escribir y un recipiente que contenía caramelos media hora. Pero lo que más se destacaba eran tres macetas puestas en orden decreciente que contenían helechos absolutamente inmaculados que ostentaban un verde profundo como el amor con que eran cuidados. Sin embargo el elemento más importante que existía era una pizarra vieja, que tenía tantos años allí como su dueño los tenía en la profesión. Su color negro debido al roce se transformó en un gris opaco, además poseía miles de orificios imperceptibles, como cicatrices, tal vez porque era la testigo más directa de los aciertos y las frustraciones que existieron en cada investigación. El silencio reinante se interrumpió cuando se abrió la puerta y apareció la figura poco atlética del inspector Basílico. En su mano traía un vaso descartable con café de la maquina expendedora ubicada en el hall. Avanzó unos pasos y cerró la puerta con uno de sus pies, observó el entorno y esbozando una sonrisa de satisfacción se quitó la campera. Encendió uno de los pocos cigarrillos que fumaba a diario y se sentó frente a la mencionada pizarra, analizando cómo armaría el nuevo caso.
Había bebido la mitad de la infusión cuando golpearon la puerta.
-Adelante- Indicó mientras de un sorbo dio por terminado el improvisado desayuno.
-Permiso ¡Buen día Inspector!- Respondió el oficial Gáspari acercándole dos sobres- Aquí tiene las fotografías que tomaron en el departamento y también los negativos que hallaron.
-Gracias, los estaba esperando para comenzar este rompecabezas- Dijo al tiempo que las extraía del sobre. La primera que tuvo entre las manos fue la de María Magdalena y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo haciendo que se estremeciera, situación que no paso desapercibida por el oficial que intervino preocupado:
-¿Qué ocurre Inspector? ¿Se encuentra bien?
-Si... Si- Contestó titubeando mientras su rostro indicaba lo contrario, se lo noto perturbado y desconcertado, al menos por unos segundos ya que luego agregó:
-Relájese Gáspari, debe ser que estoy envejeciendo como mi compañera- Aludió señalando la pizarra- Yo tengo el cabello gris y pequeñas cicatrices que me debilitan por eso debe ser que me estoy volviendo sensible.
-No creo que sea así Inspector, tal vez solo necesita un poco de descanso y nada más.
-Gracias Gáspari, sé cuánto me aprecia.
-Y cuánto lo admiro señor. Usted es mi ídolo.
-¡No! No me admire- Ordenó- Piense que los ídolos son de barro y caen fácilmente- Filosofó mientras insertaba un alfiler en la fotografía y luego ésta en la pizarra.
-Bueno, con su permiso me retiro- Expresó el oficial.
-Vaya tranquilo. Cuando tenga alguna otra novedad acérquemela. ¡Ah! Y si ve a Iriarte dígale que lo estoy esperando..
-Comprendido señor.
Tras la partida de secretario inició el ritual ineludible de la organización colocando cada fotografía en el orden que fueron tomadas, luego hizo lo mismo alineando las pistas y finalizó colocando las fotografías de los negativos.
Allí estaba frente a una realidad que lo desafiaba a encontrar la verdad causándole una sensación de dolor inexplicable. Fijó la mirada en la imagen de la víctima durante unos minutos. Se abstrajo tanto pensando en la fragilidad que expresaba aquel cuerpo, preguntándose “¿Por qué eligió un camino sin retorno? ¿Dónde estaban los responsables de cuidarla?”, Que no escuchó el repiqueteo de los dedos de Iriarte sobre la puerta, quien al no recibir respuesta entró con toda confianza y lo saludó.
-¡Buen día Inspector!
Pero el no se enteró, seguía compenetrado en las fotografías, entonces el joven pensó un instante y luego le tocó el hombro.
-Inspector, buen día.
Basílico giró sobresaltado y desconcertado, al darse cuenta de quien era intentó recuperar su postura mediante un llamado de atención:
-¡Iriarte!¿Qué hace acá?, ¿No sabe golpear la puerta, o es que caso no le enseñaron educación?
-No, quiero decir si...
-Bueno decídase ¿Sí o no?
-Discúlpeme, yo golpeé, pero no me contestó, entonces entré.
-¿Y le parece bien? Respóndame. Mire si hubiera estado en alguna reunión importante, usted habría interrumpido de manera grosera.
-Le pido perdón nuevamente, lo que ocurrió es que el oficial Gáspari me dijo que si usted no contestaba era porque estaba... ¿Cómo fue la palabra que utilizó? Trance. Me dijo exactamente “Si el inspector no le responde es porque está en trance, así que entre que no va a haber ningún inconveniente” Además usted me mandó a llamar ¿O no?
-Así que ahora Gáspari es mi psicoanalista- Murmuró entre dientes levantando una ceja, después extendió el brazo señalando la pizarra, invitándolo para que se aproximara- ¿Está listo para comenzar Iriarte?
-No comprendo Inspector, yo vine a traerle los resultados preliminares de la autopsia y además evidencias a pedido de Irigoyen quien también me dijo que quería verme. Pero por lo que entiendo usted pretende algo más y creo que está equivocado, no soy la persona indicada, yo no tengo ningún tipo de experiencia- Afirmó un tanto extrañado.
La reacción del Inspector no se hizo esperar:
-¿Qué pasa?¿Tiene miedo?¿No le gustan los desafíos? Anímese a explorar otros caminos, piense que de los errores se aprende. Aparte, le voy a decir otra cosa, yo nunca me equivoco, donde pongo el ojo pongo la bala y estoy convencido que usted tiene un gran futuro, no lo desperdicie.
-No sé, además debería hablar con mi jefe.
-Ok, tranquilo ya está todo arreglado, Irigoyen coincidió conmigo y no hay ningún inconveniente, así que adelante comencemos con los resultados obtenidos e iremos viendo como van encajando en este rompecabezas.
-Bueno, en primer lugar el deceso se produjo entre las veintitrés y las veinticuatro horas del quince de mayo. Después mediante una prueba sanguínea descubrimos que había ingerido sedantes en una cantidad razonable como para dormir, también se constató que la droga que se inyectó fue heroína. Sin embargo ninguno de estos hechos le causó la muerte aunque la llevaron a un grado determinado de inconsciencia. Además no fue la primera vez que consumía drogas, pues en sus tobillos se apreciaban viejos piquetes de agujas.
-Perfecto, ahora hábleme de cómo murió- Intervino Basílico con cierto apuro.
-Como dice usted... ¡Relájese! Porque acá viene la parte interesante.
“La muerte se produjo por asfixia inducida. Dentro de la boca se hallaron restos de fibras compatibles con lana, además detrás del oído izquierdo y en parte de la nuca presentaba marcas que coincidían con rasguños indicando que fue sujetada por la cabeza con fuerza. También obtuvimos restos de piel ajenas a la víctima que le hallamos debajo de las uñas de la mano izquierda.”
-Mmm, que interesante. Se da cuenta como las apariencias engañan- Expresó acomodándose los anteojos.
Después del breve comentario del Inspector, quien sin duda saboreaba el reto, Iriarte continuó con las respectivas explicaciones.
-Otro dato importante surgió después del hisopado vaginal. En primer lugar se comprobó que la victima no sufrió un ataque sexual, y en segundo lugar que el semen que se halló no es compatible con el que se encontraba en el preservativo, esto quiere decir que mantuvo relaciones sexuales con dos personas distintas. También se constató que las piedritas halladas son iguales, por lo tanto pertenecen al mismo objeto.
-Bueno, bueno, bueno, esto se pone muy interesante, así que venga, acerquémonos a la pizarra para encaminar esto- Sugirió Basílico mientras tomaba de uno de los cajones del escritorio unas tarjetitas de esas que se adhieren a cualquier superficie junto con un marcador fino para destacar los detalles.
-Sabemos que falleció entre las veintitrés y las veinticuatro horas del quince de mayo, que consumió sedante en una cantidad suficiente para tranquilizarse y después se drogó ¿Porqué?. En segundo lugar ¿Qué falta en el segundo estante de la repisa?, Aunque eso lo vamos a averiguar ahora.. Observé las fotografías de aquí abajo, ¿Ve? Son las que obtuvieron de los negativos que usted encontró, y dígame ¿Cuál es el objeto del que hablamos?
El joven las recorrió con la mirada, despacio, muy despacio, hasta que por fin la búsqueda terminó.
-Aquí Inspector. Mire ella está de pie con una torta de cumpleaños, detrás se encuentra la repisa y el adorno en cuestión es un porta retrato, aunque no logro distinguir el rostro- Aseguró el joven agregando- ¿Usted ya lo sabía verdad?
-Por supuesto, pero conoce el dicho que dice que cuatro ojos ven más que dos. Ahora esta fotografía la mandaremos al laboratorio para que hagan una ampliación y así descubrir de quien se trata.
“Pasemos al tercer punto; sabemos que había empezado a cenar con alguien pero ¿Qué ocurrió? ¿Fueron interrumpidos? ¿Cómo se rompió la copa que estaba escondida con las velas y la rejilla? Y ¿el mantel guardado sucio? Dígame que opina Iriarte.
-Sí, creo que fueron interrumpidos por otra persona y que conocía al acompañante de María Magdalena.
-Sorprendente poder de razonamiento Iriarte, lo que me lleva a otra pregunta ¿Por qué trató de ordenar todo? Aunque cometió ciertos descuidos.
-Justamente para borrar cualquier rastro de su presencia.
-Si estoy seguro de eso, pero además pienso que conocía bien a la víctima, llámelo corazonada o intuición como quiera.
-Estoy de acuerdo Inspector y si me permite los detalles a los que se refiere son los de estas fotos ¿Verdad?- Dijo señalando los toallones colgados sin uso, el preservativo en el cesto del baño.
-Si, pero no omitamos la cama que estaba mal tendida- Iriarte lo interrumpió y no dejó de mencionar sus dudas.
-No sé, no estoy muy convencido de eso.
-Razone y después hable... La cama estaba armada por una persona diferente, por qué digo esto se preguntará, porque la joven era muy meticulosa eso se puede apreciar en cada detalle del departamento. Sin ir más lejos en como acomodo la ropa que se quitó y esto ya se lo marqué. Mmm... A ver como ejemplificar esto... Para una persona común, y no se ofenda aclaro, como usted está bien, pero para una persona detallista no.
-Hay un dicho que dice “Si no puedes con tu enemigo únetele “, por eso Inspector no voy a seguir discutiendo esto, mejor esperemos a ver quién tiene razón ¿Está de acuerdo?
Basílico lo miró por encima de los lentes y sonrió retomando el diálogo:
-Otras pruebas pequeñas y de gran importancia son las piedritas, deberemos volver al departamento para cerciorarnos de que no pertenezcan a ningún objeto de la víctima o ¿usted tiene algo que objetar?
-Por supuesto que no señor, lo que usted diga se hará- Contestó Iriarte un tanto herido al sentirse cuestionado, ignorando que la actitud de Basílico, fuera a modo de critica o de aprobación, tenía un porqué
Este hombre de gran sagacidad con una vocación indiscutible por el trabajo tenía por sobre todas las cosas un humor maravilloso que en más de una ocasión lo sacó de situaciones incómodas y que por supuesto ponía en práctica con este joven prometedor.
-Iriarte ¿sabe lo que dicen por ahí? Que no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, así que continuemos con lo nuestro. Por cierto ¿qué averiguó de los trozos de papeles que hallé en el cesto de basura? ¿y de las cartas.
Aquel elegido para ser como el aprendiz del gran mago se distendió e intentó minimizar la situación siguiendo el ejemplo:
-¿Sabe qué dicen Inspector? Que no hay mal que por bien no venga- Manifestó para después responder- Le diré que las cartas están siendo sometidas a una técnica especial que lleva bastante tiempo por cierto, pero que probablemente nos ayude a reconstruir la escritura, así que solo hay que aguardar. Y con respecto a los trozos de papel, se descubrió un membrete que pertenece a la clínica de rehabilitación por adicción a las drogas “Una luz en el Camino” justamente en la que la víctima estuvo internada.
-Y dígame ¿Tenía algo escrito?- Preguntó Basílico
-No señor, no presentaba ningún tipo de escrito. Otra cosa que quería agregar es con respecto a la agenda, que aquí la traje, solo tiene huellas de la víctima. Lo demás le corresponde a usted ya que es todo lo investigativo.
-Le diré que lamento desilusionarlo, pero usted trabajará conmigo hasta el final del caso, bueno si lo desea por supuesto, de no ser así respeto su decisión. Piénselo- Corrigió Basílico.
Iriarte lo miró asombrado, porque él imaginó que todo terminaría con el análisis de las fotografías y las pruebas, que aquello era como un derecho de piso, pero de ahí a ser el acompañante de tan renombrado personaje le causaba dos tipos de sensaciones; por un lado el orgullo de tal oportunidad, y por el otro el miedo al fracaso por no alcanzar a cumplir con sus expectativas. Este choque de pensamientos se le reflejó en el rostro, haciendo que Basílico como buen sabueso que era actuara rápidamente.
-Dicen que quien no arriesga no gana. Aparte piense, ¿Qué es lo peor que le puede pasar?
-Que omita algo importante señor, ya que desconozco completamente como se lleva a cabo una investigación, y no quisiera complicarle su trabajo- Expresó sinceramente el joven. Ante esa actitud honesta él también recibió una contestación franca.
- Sabe, cuando comencé con mi carrera lo hice como perito porque poseía una habilidad casi única para descubrir los detalles que otros pasaban por alto y utilizaba todos los recursos posibles para analizar las cosas y llegar siempre a una conclusión exacta. Me equivoqué muchas veces, debo admitirlo, pero jamás me rendí, cuando sentí que esto ya era una etapa superada me inicié en la investigación propiamente dicha, ya que las dos cosas van de la mano y el hecho de buscar cada detalle, de encontrar lo inencontrable aunque pase hora tras hora pensando, me gratifica. Y ni hablar cuando traslado todo esto a la figura humana interpretando miradas, gestos y actitudes que me harán finalmente descubrir al culpable. Muchos dicen por ahí que soy un solterón maniático sin sentimientos, y que esto es lo único que me queda como consuelo, pero yo con orgullo puedo decir que tuve la oportunidad de elegir y así lo hice, lo que no significa que haya sido la correcta. ¿Ve esa foto de mi escritorio? Ellos son mis padres, y mi madre fue quien siempre me apoyó y por eso le estaré siempre agradecido. Sé que a estas alturas se preguntará a dónde quiero llegar, así que no lo haré esperar más, lo que quiero pedirle es que trabaje conmigo siempre, en otras palabras que formemos un equipo ¿qué dice ahora? La verdad tengo que admitir que me estoy poniendo viejo y necesito ayuda. Ja ja- rió.
Ante semejante propuesta Iriarte comprendió ciertas actitudes, por lo que la expresión de su rostro cambió y se mostró abierto en su respuesta, dando comienzo así a una relación que nunca hubiera imaginado.
-Realmente no sé que decir, no, mejor dicho si, acepto. Discúlpeme, es que esta proposición me tomó totalmente de sorpresa, espero no defraudarlo. Me siento realmente halagado; que usted, una especie de dinosaurio en extinción como dicen en los pasillos se haya fijado en mi, una rata de laboratorio... Gracias, es lo único que tengo para agregar.
-Que bárbaro, en la medida que hablo con usted me voy enterando de todo lo que se dice por ahí, creo que lo mejor es que no hablemos más y empecemos con nuestra agenda ¿no le parece?... Dinosaurio en extinción, ya verán- Murmuró
Basílico dispuso que Iriarte se ocupara de hacer los llamados telefónicos necesarios, indagando a quiénes pertenecían y que relación tenían con la víctima. Mientras tanto él pasaba por el laboratorio para obtener la ampliación de la fotografía, además de averiguar otros datos faltantes.
Cuando estuvo en el laboratorio debió conformarse con dejar la fotografía, pues la maquina que utilizaban se hallaba en reparaciones, por lo tanto tendría que aguardar unas horas. Antes de retornar a la oficina pasó a ver al oficial Puentes, que al verlo trató de dar una explicación por su demora.
-Inspector, en usted estaba pensando, lo que ocurrió es...
-No diga nada Puentes, ese informe era para ayer. No quiero ningún tipo de explicaciones. Déjelo en mi oficina en diez, no, mejor que sea en cinco minutos ¡Y yo soy el que se está poniendo viejo! ¿No?
Y así se marchó sin permitir ningún tipo de respuesta. Siguió hasta el escritorio de Gáspari, quien era más eficiente
-Señor nos comunicamos con la policía de Mendoza para trabajar en conjunto, tuve la oportunidad de hablar con el fiscal Moreno, quien manejó todo para localizar a la familia y notificar tan desagradable suceso. Desgraciadamente hace unos instantes me acaban de avisar que el único pariente que tenía la víctima era la madre, que se halla internada desde hace dos años, al parecer padece una enfermedad mental que le ocasiona pérdida de la memoria y desvarío, cuando supo de este padecer ella misma se internó allí. Según datos de algunos conocidos la joven vino aquí en busca de un familiar pero aún no se confirmó nada. Así que por el momento el cuerpo permanecerá en la morgue, de todas maneras aún no han terminado con el tema de la autopsia.
-Bien, siga manejando el tema y no deje de informarme, porque sabe lo que puede pasar si este “Dinosaurio en extinción” entra en “trance” ¿no?- Dijo serio, mirándolo por encima de los lentes y Gáspari que lo conocía más que bien apretó los labios por no soltar una buena carcajada.
Mientras tanto Iriarte había terminado con la indagatoria, por lo que se puso de pie y observó las condecoraciones, los diplomas, el orden que allí reinaba pensando lo increíble de la situación ya que aquel lugar parecía no tener nada en común con quien la utilizaba. En ese preciso momento se abrió la puerta y entró Basílico con dos cafés diciendo:
-¿Qué pasa Iriarte, no puedo dejarlo solo? Ah, claro usted es un ratón y cuando el gato no está los ratones bailan ¿verdad?
-No, para nada Inspector. Hay que saber con los bueyes que se ara, y como yo lo sé es que ya terminé.
-Bueno quiero ver los resultados, o mejor oírlos. Tómese este café y mientras tanto me explica.
-Debo decirle que estoy un poco desconcertado porque si usted mira las calificaciones con las que María Magdalena terminó el Bachiller, un promedio de diez, se pregunta por qué trabajó como camarera, niñera e inclusive bailarina en un lugar nocturno, es insólito ¿no?- Manifestó el joven decepcionado.
-No, sabe lo que ocurre, muchos jóvenes vienen del interior buscando un futuro soñado con la gran ciudad y lo único que encuentran es una bestia de hierro y cemento que se los come vivos. Y peor aún, tal vez se cruzan con las personas equivocadas, e inevitablemente terminan haciendo cualquier cosa para sobrevivir- reflexionó con un dejo de tristeza.
-La realidad es muy cruel, ojalá podamos descubrir quien la asesinó- dijo Iriarte, después bebió de un sorbo el pequeño café, miró buscando donde tirar el vasito descartable y Basílico, siempre atento, le señaló debajo del escritorio. Reanudó la conversación con interés:
-Acá tengo la dirección de la clínica, a donde por cierto llamé pidiendo una entrevista, y de un par de lugares que no figura ningún teléfono.
-Bueno entonces pongámonos en marcha porque también pasaremos por el edificio a ver si averiguamos algo más, aparte de cotejar lo de las piedritas ¿Sabe qué? Venga, acérquese un segundo a la pizarra, ¿vio estas fotos, donde la víctima está con otras dos jóvenes? ¿Parecen amigas no? Se nota que estaban muy divertidas, como disfrutando de un paseo o reencuentro, y a diferencia de ellas en la última hay un hombre también, así que ¿sabe qué haremos? Nos llevaremos dos o tres de ellas, tal vez sirvan de algo ¿No le parece?
-Por supuesto Inspector- Dijo el joven yendo hacia la puerta donde se detuvo para agregar- Ahora me doy cuenta de lo usted decía de las plantas, estos helechos están impecables.
-Ya lo sé, y que esto no salga de aquí, pocos saben ciertas cosas. Espere un segundo, quiere un caramelo para el camino, bueno no sé si estos le gustan- añadió extendiendo el recipiente que contenía las golosinas.
-Claro, si somos un equipo debemos compartir todo, inclusive los legendarios caramelos media hora ¿no?
-No se pase de listo Iriarte, vamos.
-Señor le hago una última pregunta, vamos caminando ¿Verdad?
-Ay Iriarte... Usted indiscutiblemente es una de cal otra de arena, le parece que con los sitios que tenemos que visitar vamos a ir caminando, hágame el favor.
-¿Usted tiene auto?
-Por supuesto, pero usaremos el suyo, es más moderno.
-¿Por qué? ¿El suyo qué modelo es?
-Es un Renault 12 del setenta y ocho, y tiene ciertos detalles.
-¿Qué detalles señor?
-Basta Iriarte. Vamos, hágame el favor apúrese-Ordenó.

lunes, 14 de septiembre de 2009

comienzo

c
CAPITULO PRIMERO
Hay miles de personajes recorriendo nuestras calles y por supuesto no podemos conocerlos a todos, pero siempre profundizamos con al menos uno de ellos. Son personas que nos asombran porque tienen una apariencia que no concuerda con la profesión o el intelecto que poseen. Nos desconciertan con actitudes y pensamientos. En su entorno giran historias increíbles, forman parte de situaciones que nos dejan sin palabras...
El dieciséis de mayo el otoño invadió la ciudad apropiándose de cada rincón y el viento cómplice incondicional desplazó las hojas por doquier cubriendo centímetro a centímetro con sus restos. Una vez más el sol permanecería ausente y el cielo seguiría teñido de gris, augurando tal vez una jornada oscura y cargada de misterio...
Eran las seis y treinta de la mañana cuando el inspector Roberto Basílico entró como todos los días en el café “Los Cuatro Ángeles” que se encontraba a pocos metros del Departamento de Policía donde él trabajaba hacía más de veinte años. Se aproximó a la barra y estrechó la mano de Gerardo, amigo y dueño del lugar, con un buen día recíproco dieron inicio a una conversación casi sistemática donde Gerardo siempre se refería al estado civil de Basílico.
- Que noches ideales para dormir acompañado, sintiendo el calor de otro cuerpo junto al nuestro, deseando en silencio que una caricia encienda una hoguera que nos haga olvidar el duro trabajo diario y a su vez nos dé fuerzas para salir a enfrentar a la bestia de hierro y cemento.
Dicho esto Basílico dio su opinión al respecto con su habitual sonrisa y el humor que lo caracterizaba.
-Sí, debe ser maravilloso tener una compañera que te abrigue en esas largas noches de invierno, pero ¿Qué ocurre cuando llega el ardiente verano y la ciudad se convierte en un verdadero infierno? Donde las noches son una condena y esa otra persona quiere estar piel a piel, sin importar las condiciones climáticas ni los efectos desagradables que se producen como por ejemplo la transpiración que fluye a través de los poros y en ese caso de manera excesiva por lo tanto las sábanas se te adhieren, la respiración se dificulta terminando realmente agotado, sediento y oliendo bastante mal si no utilizas un buen desodorante... ¿No te parece?
- Creo que hoy superaste mis expectativas. No podés convertir un acto de amor en un hecho tan desagradable, aunque es comprensible teniendo en cuenta que estás solo y como no querés admitir que nadie te presta atención inventas esa imagen de hombre serio, pulcro que nadie compra ¡Mirate!, Con ese corte de cabello indefinido porque no está ni corto ni largo y esas canas que se muestran indiscretas, podrías teñirlas. Y ni hablemos de esos lentes anticuados, estamos en el año dos mil ¿Para qué se inventaron los lentes de contacto? Y lo peor de todo es la forma en que te vestís, los jeans están bien, pero esas remeras baratas que se deforman con el primer lavado y encima esos colores chillones. Creo definitivamente que si no cambiás tu apariencia nunca tendrás una compañera.
-Todo depende con los ojos que se mire amigo mío, dicen que todo Adán tiene su Eva. Yo pienso que la mujer es como el buen vino hay que beberla despacio y de vez en cuando para saborearla, o mejor aún, comparémosla con un pecado para tenerla de tanto en tanto...
-Basta por favor, hoy estás tremendo, sentate en tu mesa que ya te dejé el diario y te mando lo de siempre.
-Gracias amigo, no hay como una buena charla para empezar el día.
Y así se dirigió a la mesa que estaba frente a la ventana donde se sentó, dio una breve ojeada al diario. Luego se cruzó de piernas, encendió un cigarrillo y comenzó a observar a la gente que iba y venía por las anchas veredas de la avenida. Estaba pensativo, lejos. Se quitó los lentes unos segundos entonces la voz de Andrea, la camarera, lo interrumpió.
-Buen día Inspector, permítame decirle que comparto la opinión de Gerardo, usted debería cambiar de look...
-No lo puedo creer, vos también estás en mi contra
-Le ruego que no malinterprete mi opinión, al contrario tómelo como algo productivo ya que se lo dice una mujer. Lo acabo de observar sin los lentes y parece otra persona, y ni hablar si recortara un poco esos bigotes que le cubren el labio superior. Definitivamente luciría más esos rasgos varoniles, pero por sobre todas las cosas creo que vamos a hacer una colecta para regalarle unos zapatos nuevos porque mire esos como están gastados, las suelas se ven tan delgadas que, corríjame si me equivoco, pero debe sentir todo lo que pisa ¿O no?
-¡Ay! Mi querida Andrea no puedo enojarme con vos, agradezco una vez más tu preocupación, y voy a explicarte algo; no necesito cambiar nada, porque no estoy buscando a nadie. Mi vida es el trabajo, pero sobre todo quiero aclararte que tengo otros zapatos sin embargo a la hora de caminar estos son los mejores. Lo que sí no puedo dejar de decirte que has omitido un detalle al no referirte a la campera de cuero que llevo siempre conmigo más allá de los factores climáticos o la estación del año que sea, por lo tanto me adelantaré diciéndote que jamás la dejaré de usar porque me la regaló mi madre hace algunos años.
-Muy bien inspector siempre atento a los pequeños detalles. Disfrute del café y comprenda que nuestras críticas van desde el afecto y la confianza que usted nos inspira al compartir sus días durante todos estos años con nosotros. Así honestamente le digo que estaremos muy contentos cuando sepamos que tiene una compañera. Ahora lo dejo y después nos vemos.
-Gracias Andrea y no te preocupes, tengo más que claro quiénes son ustedes y los sentimientos que tienen para conmigo.
Bebió el café sin dejar de mirar por la ventana. Cuando lo terminó dando un suspiro se puso de pie y fue hasta la barra. Le pagó a Gerardo y sonriendo le aseguró que estaba dispuesto a terminar más tarde con la charla.
Basílico cruzó la avenida e ingresó al Departamento de Policía y el oficial que estaba en la entrada lo miró sorprendido diciéndole:
-Buen día inspector, la verdad que usted no deja de sorprenderme, porque con el frío que hace solo tiene puesta una remera y la campera de cuero ¿Cómo puede ser? Dígame cuál es su secreto.
-Qué tal Rodríguez, piénselo de esta manera, todo es psicológico, de ahí la frase que la mente gobierna el cuerpo, o sea somos capaces de sentir lo que queremos.
Y siguió caminando hasta llegar a su oficina. Entró, se sacó la campera y encendió un cigarrillo. Procedió a terminar con los papeles del último caso, golpearon la puerta y ante la indicación de ingresar apareció el oficial Gáspari.
-Inspector ¿Cómo está?
-Muy bien Gáspari ¿Y usted?
-Perfecto, vine a traerle esta dirección, queda acá cerca y lo están aguardando.
-Gracias Gáspari, y ya que está aquí llévese esta carpeta y archívela
-Bien- respondió el oficial y se marchó.
Él Inspector se colocó la campera y antes de salir de la oficina quitó unos papeles que tenía enganchados en la pizarra donde exhibía los datos que analizaba en cada caso. Antes de marcharse del lugar miró al oficial Rodríguez que permanecía parado en la puerta de entrada con una cara que indicaba que estaba a punto de congelarse y señalándole la cabeza dijo:
-Recuerde que todo pasa por la mente.
Abrió la puerta dejando que el aire helado se filtre ocasionando una exclamación generalizada, mientras él con una mueca un tanto pícara salió a la calle. El frío era intenso, tan intenso que por unos segundos se notó en su mirada cierto estremecimiento, sin embargo subió el cierre de la campera y caminó esas seis cuadras que lo separaban de su destino.
Al llegar al sitio miró el entorno donde prevalecía el modernismo en las construcciones. Edificios altos con amplios ventanales y una que otra casa con techo de tejas. Los árboles grandes estaban distribuidos en ambas veredas con sus ramas desnudas que parecían garras queriendo alcanzar la ciudad. Se encontró con un edificio pequeño y antiguo, en comparación con los gigantes que lo rodeaban. En la calle se habían estacionado dos patrulleros, la ambulancia de la morgue y el móvil de la policía científica. Dos oficiales habían acordonado el lugar y mantenían a los curiosos alejados. La fachada estaba descuidada y descascarada, donde predominaba el color marrón por sobre un verde militar ya desteñido. Al entrar soltó la puerta de vidrio y ésta hizo un ruido bastante importante además de no cerrar bien, así que la abrió nuevamente y en vez de soltarla la llevó suavemente con la mano comprobando que de ésta manera sí bien no cerraba al menos evitaba el ruido. Después observó el hall donde se apreciaban tres columnas tapizadas en madera. El piso era de mármol gris con algunas betas más oscuras. Tres departamentos conformaban la planta baja y uno de ellos estaba justo de frente a la entrada. La edificación carecía de ascensor por lo tanto el ascenso y descenso se realizaban por una escalera amplia de mármol negro con la suciedad acumulada en los rincones y barandas de hierro bastantes descuidada. Además se apreciaban dos maceteros grandes que evidentemente tiempo atrás cumplieron con un rol decorativo, ahora solo servían para acumular papeles y colillas de cigarrillos. Al respirar se mezclaba el olor a viejo y a encierro, y la humedad le daba su toque particular. Las paredes internas también presentaban un desgaste evidente, ya que había sectores donde quedaban expuestas las distintas capas de pintura, el abandono era tan claro que no hacía falta deducir demasiado para darse cuenta que allí no existía un encargado.
Basílico subió hasta el primer piso donde vio solamente dos departamentos. Continuó ascendiendo mientras pensaba que era una verdadera pena que el lugar se encontrara en esas condiciones, ya que si bien la propiedad tenía sus años, cuidada seguramente recuperaría el encanto perdido. Solo le faltaban cuatro escalones para llegar cuando algo se le incrustó en la suela del zapato derecho, por lo que se detuvo y al quitarlo descubrió que era una pequeña piedrita de esas que se utilizan en aros, anillos, ropas y otros accesorios, así que lo guardó en el bolsillo de la campera y terminó de subir.
Ya en el segundo piso se encontró con los oficiales Arén y Puentes que estaban tomando declaraciones, saludó levantando la mano sin interrumpir y luego con un dedo indicó que los aguardaba para escuchar los primeros reportes. Cuando enfrentó la puerta del departamento 2° “B” un perfume de rosas le estremeció la piel, sacudió la cabeza, como para volver a concentrarse, por alguna extraña razón se había perturbado. Al retomar la postura sus ojos se posaron en dos maceteros que se encontraban en ambos lados de la puerta conteniendo unos helechos de hojas verdes tan perfectas que parecían plásticas así que al pasar las tocó, porque él era un fanático de las plantas. Al ingresar se encontró con los peritos que buscaban huellas. Uno de ellos al verlo lo saludó con cierta confianza.
-Buen día Basílico, ¿Otra vez al ruedo?
-Sí- sonrió- ya sabe lo que dicen Irigoyen, los pingos se ven en la cancha y por favor recuerde: despacio, no queremos perder nada.
-Entiendo señor, no hay problema, aquí con el nuevo integrante, Iriarte, nos ocupamos.
Los olores del edificio penetraban al departamento mezclándose con el perfume de flores como certificando la muerte, suspiró profundo, aunque tenía suficiente experiencia no dejaba de sentirse mal cuando se apagaba una vida. Observó el centro del living y allí sobre el piso alfombrado de color gris yacía el cuerpo de una joven en ropa interior, junto a ella los peritos forenses Barroverde y Pasante hacían las primeras pericias. Cuando empezó a caminar en esa dirección descubrió que la alfombra estaba totalmente mojada, se detuvo a una distancia considerable para no entorpecer la labor de sus colegas, a quienes saludó. Luego se dirigió a Barroverde, quien estaba a cargo:
-¿Qué tenemos aquí?
-Una persona de sexo femenino, de veinte años llamada María Magdalena. Aparentemente no presenta signos de violencia. Acá en su brazo derecho se aprecia un piquete de aguja y acá debajo del sillón se puede ver una jeringa... Así que estamos frente a una posibilidad de que haya sido sobredosis.
-Que picardía, tal vez fue su primera y última vez ¿Y la hora del deceso?
-La muerte se produjo hace seis u ocho horas. Pero lo sabremos con certeza cuando hagamos la autopsia. Ahora si usted no tiene ningún inconveniente como ya tenemos la autorización del fiscal Deangelis vamos a retirar el cuerpo.
-Muy bien Barroverde manténgame al tanto. Mientras tanto me quedaré aquí con un perito a intentar armar el rompecabezas de esta muerte.
Entonces se le aproximó al perito Irigoyen sonriendo y le comunicó que quien se quedaría con él sería el recién llegado a la unidad Iriarte. Esto provocó un intercambio de miradas un tanto cómplices, y un sutil comentario por parte de Basílico
-De los errores se aprende.
-No lo asuste inspector que de eso ya me ocupé yo. Bueno me voy después nos vemos
-Ok, tranquilo- Respondió mientras contemplaba como Barroverde retiraba el cuerpo y esperó que poco a poco se fuera tranquilizando el lugar.
Unos minutos después el oficial Puentes se acercó con el reporte de los hechos.
-Inspector estoy listo para empezar.
-Bien Puentes, lo escucho.
-A las seis y treinta de la mañana recibimos un llamado de alerta que provenía de los inquilinos del departamento de al lado. La mujer sospechó que algo le ocurrió a la joven, pues descubrió que había salido abundante agua de adentro del departamento mojando el hall casi hasta su puerta, por lo que tocó el timbre en reiteradas oportunidades y no conforme con esto procedió a golpear la puerta con respuesta negativa...
-Perdone que lo interrumpa, ¿Por qué motivo la mujer se hallaba fuera de su hogar?
-Regresaba con su esposo de una fiesta. Bueno nos hicimos presentes y tras constar que nadie respondía solicitamos la autorización del fiscal Dr. Deangelis quien, entre nosotros tenía un buen despertar, por eso intervino rápidamente haciéndose presente en el lugar. Así fue que procedimos a la apertura de la vivienda donde nos encontramos con el cuerpo de la joven en el suelo. Luego de constar el fallecimiento dimos una recorrida y descartamos la presencia de terceros. Lo que ocasionó el derramamiento del agua fue la bañera que estaba totalmente desbordada, sin embargo la canilla estaba cerrada. El resto de los habitantes del edificio dicen no haber visto ni oído nada.
-Está bien Puentes, que se quede alguien aquí de guardia conmigo y usted prepare el informe por escrito y déjelo en mi oficina.
El lugar quedó en silencio y el Inspector Basílico se paró en la puerta como si ingresara por primera vez y le solicitó a Iriarte que le diera un par de guantes descartables para comenzar a trabajar.
Empezó mirando las dos macetas que se encontraban en la parte interna del departamento, también a los costados de las puertas, estas contenían helechos al igual que las de afuera y con los mismos cuidados. Sobre la pared izquierda había una biblioteca de tres cuerpos con libros de varios contenidos, tanto cuentos como poesía, reflexivos, de autoayuda, pero por sobre todo policiales. Varios adornos terminaban de ocupar los lugares restantes. En el centro del ambiente se encontraba el sillón de tres cuerpos, de cuero gris al tono de la alfombra, que miraba hacia la pared derecha donde estaba el mueble con el televisor, un equipo de música y el DVD. En la pared de frente a la entrada estaba la puerta que conducía a la cocina, existía una repisa más pequeña con adornos, allí fue justamente donde apareció el primer detalle, por lo que Basílico comenzó a probar la capacidad de su acompañante:
-Observé Iriarte, aquí hay algo.
-Sí inspector, son huellas que ya tomamos, las que tal vez pertenezcan a la víctima- Dijo muy seguro el inexperto perito mientras sacaba fotografías ignorando que lejos estaba de saber junto a quien trabajaba.
-No me refiero a eso. Si no fíjese con detenimiento ¿No nota nada diferente?
-No, la verdad que no
-Bueno eso quiere decir que no fue lo suficiente observador para darse cuenta que sobre todos los muebles hay una delgada capa de polvillo del ambiente pero en el segundo estante de esta repisa, principalmente en la parte central no; aunque en los lateras sí ¿Por qué? ¿Será que falta algo?
La cara del joven reflejaba duda por lo que se inclinó y esbozando una onomatopeya comenzó su aprendizaje.
-Mmmm, mmmm es verdad, ahora que cambié el ángulo de visión puedo apreciar lo que usted dijo, creo que tengo un punto en contra ¿No inspector?
-Por favor Iriarte, sigamos. No se guíe por lo que le dijeron de mí. Todavía falta mucho, relájese.
-Entendido señor- Murmuró
Pasaron a la cocina y en el rostro del inspector se dibujó una sonrisa un tanto pícara, pero a la vez con un toque de maldad, entonces dejó que las palabras fluyan.
-Bueno, mire este lugar habla por sí solo, se destaca por la prolijidad y pulcritud. Lo que nos indica que la joven era una persona sumamente organizada y limpia. Ahora veamos- dijo mientras se aproximó a la mesada- Aquí tenemos éste plato con dos milanesas, por cierto bastante grandes, y ésta fuente con ensalada de lechuga y tomate ¿Esto que nos indica?
-Que estaba por cenar- Respondió Iriarte tan feliz como un niño que tiene la solución a la pregunta de la maestra. Estaba allí parado, tan delgado que parecía que comía escasamente todos los días, alto, bueno aunque al lado de Basílico cualquiera podía ser alto; con el cabello rubio y corto, con el estilo clásico de un hombre convencional. Ojos marrones que tenían la particularidad de dejar al descubierto la sencillez y la corrección con que manejaba su vida. Se veía tímido esperando allí, pero rápidamente comprobó que no era tan simple
-Lamento desilusionarlo pero nuevamente debo insistir en que no adelante la respuesta, porque si usted hubiera levantado la milanesa superior ¡Así! Sabría que la de abajo estaba cortada ¡Ve! Lo que nos dice que ya había empezado a cenar y por algún motivo dejó de hacerlo, aunque el mayor de los interrogantes es ¿Estaba sola?
-Perdóneme, pero no comprendo como hizo para saberlo.
-Le explico Iriarte, el problema es que usted mira sin ver. Si no, no hubiese pasado por alto el hecho de que esa milanesa estaba húmeda con el jugo de la ensalada ¿Ve aquí? En el plato se nota. Huela y compruebe.
Iriarte olfateó como un perro de caza en busca de su presa y moviendo la cabeza aceptó lo planteado por Basílico, quien justamente lo puso a prueba una vez más.
-Le doy la oportunidad de que escoja algo y sea usted quien me lo explique.
-Gracias pero...
-Vamos no se achique, piense que hasta ahora solo tiene puntos en contra, jajaja- rió malvadamente.
Iriarte dirigió la mirada al escurridor de platos. Permaneció unos segundos en silencio concentrado, para luego dar su opinión:
-Sí usted le presta atención al escurridor de platos se percatará de que hay una taza, un plato, un vaso y una copa. También una cucharita, “dos tenedores y dos cuchillos”, pero intenté no omitir ningún detalle por más insignificante que parezca. Fue por eso que la minuciosidad de mi observación me llevó a descubrir que la copa está mal lavada porque aún se nota que se utilizó para beber vino, por lo que me pregunto ¿por qué una persona tan prolija pudo tener ese descuido? Y sí estaba sola ¿Porqué dos tenedores y dos cuchillos?
-Perfecto Iriarte, la verdad me sorprendió. Creo que su puntaje ascendió de manera increíble. Bueno ahora continuemos con la heladera ¡Ábrala! Por favor. A simple vista todo parece normal pero... –Se acomodó los anteojos y agregó- impresióneme otra vez ¿Qué cree usted que puede haber llamado mi atención?
-Le diré que es la botella de vino.
-¿Porqué?
-Por que se puede ver la etiqueta con vino, lo que indicaría que se derramó.
-Bien, muy bien...
-Espere aún no terminé, quiero decir que tal vez algo pudo haberse manchado con la bebida.
-Correcto, pero aguarde un segundo, aún falta mirar el freezer, le cedo el honor ¡Ábralo!
Iriarte lo hizo y se encontraron con dos copas con helado bañadas en chocolate, así que mirándose repitieron:
-No cenaría sola
Basílico le permitió decidir el próximo paso, y éste observando nuevamente la mesada con un tono de vos seguro sugirió:
-Tal vez si buscáramos en esos cajones encontraríamos algo que le dé solidez a nuestra teoría de que no estaba sola.
-Me encanta Iriarte, creo que será uno de mis mejores alumnos ¡Adelante! No se detenga. Grafique sus palabras- Añadió.
A continuación el joven se dirigió al mencionado mueble, abrió el primero de los cajones y encontró cubiertos. El segundo contenía utensilios de todo tipo, y el tercero tenía los manteles. Iriarte con sumo cuidado extrajo el primero constando que se encontraba perfectamente limpio y doblado. Con el segundo ocurrió lo mismo y esto provocó que en su rostro se empiece a notar la desilusión, pero al levantar el tercero y último Basílico gritó:
-¡Bingo! Ahí está, que preciosura.
Iriarte sonrió con alivio mientras terminó de abrirlo y comprobó que la mancha de vino aún se mantenía húmeda.
La teoría de una segunda persona en la noche de la muerte cobraba fuerza a cada instante, al haber encontrado pruebas.
Basílico centró su atención en el cesto de basura, pues los desechos suelen aportar datos interesantes, por lo que agarró una bolsa de basura sin uso y lo dio vuelta sobre ella. Los restos se componían de yerba, cáscaras de huevos, los sobrantes de las verduras de la ensalada junto con dos panes y varios papeles rotos, los cuales sacó y guardó como evidencia. Sin embargo era claro que algo le molestaba, porque se pasaba las manos por la cabeza y seguidamente se acomodaba los lentes sin ocultar un gesto de duda, de pronto suspiró haciendo un nuevo planeo del lugar y se tiró al piso para poder mirar debajo de la heladera. Ante esta actitud Iriarte que lo observaba de manera incrédula preguntó:
-¿Qué ocurre inspector?¿Qué busca?
Pero el no contestó, simplemente se arrodilló, fue hasta la cocina y nuevamente se acostó en el piso queriendo ver debajo de ésta, pero la visión se le dificultaba por la oscuridad así que le solicitó a Iriarte la linterna. Una vez que pudo lograr su cometido requirió nuevamente la ayuda de su acompañante para que le entregara el secador de piso. Trató de introducirlo debajo de la cocina sin éxito, por lo tanto lo dio vuelta utilizando el lado del palo. Durante unos minutos lo movió en forma de arrastre delicadamente de un lado hacía otro hasta que asomó una punta amarilla, entonces pronunció su palabra favorita que era un verdadero grito de victoria:
-¡Bingo! ¡Y recontra BINGO! Mire Iriarte ¿Qué me dice de lo que acabo de descubrir? Es esta copa y esta rota, además de estas dos velas que evidentemente sirvieron para decorar una mesa en una cena romántica.
-Estoy realmente impresionado inspector, pero... ¿Cómo llegó a la conclusión de que había una segunda copa rota? Pues tranquilamente pudieron guardarla con las demás.
-Fue muy simple. Mire en el interior de la pileta, por donde escurre el agua, y descubrirá que hay un pequeño vidrio; y si esto no le basta, en el piso en línea vertical con la pileta encontrará otro pedacito de vidrio. Sin mencionar la inexistencia de una rejilla de cocina, por lo tanto me dejé llevar por mi instinto.
-Realmente estoy con el mejor- Aseguró Iriarte mientras movía la cabeza afirmativamente.
Con las distintas muestras fotografiadas y aseguradas paso a paso, siguieron la recorrida e ingresaron al baño donde la antigüedad del edificio quedaba al descubierto con solo mirar los sanitarios amplios, gastados y de un blanco amarillento con grandes canillas. Además los azulejos presentaban un sin fin de delgadas grietas que se asemejaban a telas de arañas desiertas. En la pared izquierda, sobre el lavatorio, colgaba un enorme botiquín cuyo espejo parecía tener efectos especiales, pues la humedad producida por el vapor había penetrado hasta las entrañas y solo en el centro tenía una visión clara. La bañera, que aún permanecía llena de agua hasta el borde, no era la excepción, pese a que la higiene del lugar era perfecta, los años no se podían ocultar. Basílico comenzó por un pequeño mueble de líneas modernas y con dos puertas que estaba situado en una de las esquinas. En su interior se encontraban los toallones y las toallas prolijamente doblados. En la parte superior había un par de recipientes de vidrios con pequeños jabones de colores como detalle decorativo, acompañados por dos potes de cremas nutritivas y un perfume que llamó la atención del inspector, quien dejó escapar un pensamiento:
-Me sorprende que una mujer joven utilice un perfume tan antiguo como el “Siete Brujas”.
Este comentario provocó que Iriarte también se expresara:
-Nunca me hubiera imaginado que usted tuviera tanto conocimiento sobre perfumes de mujer...
-Primero no se deje llevar por las apariencias porque puede llevarse grandes sorpresas, aunque no es este el caso, solo conozco esa fragancia porque alguien que conocí hace mucho tiempo la usaba, y segundo por favor terminemos esta conversación.
Iriarte se ocupó del contenido del botiquín, halló un paquete de toallitas femeninas, productos para la higiene del cabello, también un jabón sin utilizar. Desinfectante, curitas y un desodorante, además de analgésicos de venta libre y un frasco conteniendo pastillas para dormir, lo que llevó a Iriarte a preguntar:
-Inspector mire esto ¿Qué tan importante será en este momento?
-No lo sabemos, guárdelo como evidencia, aún no podemos descartar nada- Contestó mientras observaba que entre el inodoro y el bidet se encontraba semi-escondido un cesto de basura de pequeñas dimensiones, inmediatamente le quitó la tapa y vociferó:
-¡Bingo! Aquí tal vez tengamos lo más importante.
-¿Qué hay inspector?
-Un preservativo. La identidad de alguien que puede ser testigo o sospechoso en este caso. Ya sé que no será una tarea fácil encontrarlo, pero piense en el dicho “persevera y triunfarás”
Filosofó un poco mientras protegía la nueva pista dentro de una de las bolsitas. El trabajo que llevaban a cabo se tornaba cada vez más meticuloso. El joven perito ya relajado se esmeraba por demostrar que estaba cumpliendo con lo esperado y señalando el toallero dijo:
-Hay dos toallones colgados sin uso, relacionando esto con el hecho de que la bañera está llena de agua sin utilizar, nos da como resultado que se iba a bañar con alguien, algo que por supuesto no se concretó. Por lo que siempre llegamos a la misma pregunta ¿Quién o qué interrumpió? Agregando ¿Quién cerró la canilla?
-Qué increíble, hace unos momentos éramos dos extraños y ahora en cambio parecemos un equipo. Creo que el alumno superará al maestro.
En el rostro de Iriarte se dibujó una sonrisa de satisfacción y si bien Basílico se percató de ello se hizo el desentendido y lo apuró
-Vamos, ahora continuemos con la habitación, el tiempo es oro no lo desperdicie.
-Entendido señor, después de usted- Replicó el joven señalándole el camino.
En esos escasos pasos que los separaban del sitio, ese hombre aparentemente duro, frío y con una personalidad arrolladora, dejó ver inconscientemente su interior:
-¿Sabe Iriarte? Este lugar tiene algo extraño, aquí hay cosas que me trasladan a mi juventud...
-¿Cómo el perfume?
-Exactamente, y eso nunca me había pasado antes.
-¿Qué otras cosas lo movilizaron?
-Nada, nada. Mejor lo dejamos así- Contestó Basílico con un dejo de melancolía en la voz, finalizando así unos segundos de debilidad.
Se detuvieron en la puerta de la habitación y la contemplaron en silencio. Lucía impecable y armónica, las paredes de color beige combinaban con la alfombra, como así también con las cortinas y el cubrecama. El mobiliario era de color blanco y estaba compuesto por un placard de dos puertas y cuatro cajones, una cómoda de seis cajones más, la cama matrimonial con dos mesitas de luz y un puf en el que se hallaba la ropa de la víctima. Basílico entró primero y le dio ciertas indicaciones a Iriarte mientras él parecía desmenuzar cada rincón y cada objeto con su mirada.
-Fotografíe todo cuidadosamente y asegúrese que se vean bien los muebles, a eso hágale un buen acercamiento.
-Bien, pero ¿Por qué? Las huellas ya fueron tomadas y además no se ven en las fotografías.
-¡Ay Iriarte! Usted es una de cal y otra de arena. Venga, agáchese aquí junto a mí y mire estos cajones, sin tocar nada, y respóndame ¿Ustedes aparte de tomar huellas abrieron alguno de estos? O ¿El placard tal vez?
-No, de ninguna manera, Irigoyen dijo que esto lo haríamos con usted ¿Por qué?
-Porque están mal cerrados, lo que nos indica que alguien estuvo aquí buscando algo, apurado.
-Discúlpeme inspector, pero esta vez no estoy de acuerdo, puede que no cierren de manera perfecta, la diferencia es ínfima.
-Usted pone en duda mi observación, eso me gusta Iriarte, pero para hacerlo tiene que estar seguro ¿usted lo está?... Venga, abra y cierre este cajón por ejemplo. Pruebe.
-No inspector, está bien.
-¡Pruebe! Se lo ordeno- Vociferó y al joven le bastó hacerlo con un par de cajones para comprobar que se había equivocado, todo cerraba a la perfección, por lo tanto debió admitir su error:
-Correcto, una vez más tiene razón, me dejé llevar y olvidé buscar más allá de lo obvio, lo siento Inspector.
-No hay problema Iriarte, solo piense que cada detalle que omitimos puede ser el más relevante, el que nos conduzca al asesino, si es que lo hubo, en definitiva el que nos lleve a resolver este caso, como así cualquier otro.
“Ahora en primer lugar ocupémonos de la cama, estoy más que seguro que no la tendió la joven porque se ve desprolija.
-Sí, puede ser, pero también existe la posibilidad de que si tuvo sexo haya sido aquí, y no que la hubiera abierto, ¿usted me entiende? El apuro de los jóvenes, la pasión desenfrenada...
-Sí claro es una posibilidad, pero la cama no parece desordenada porque alguien hubiera estado moviéndose sobre ella, sino que está mal tendida, además para quitarse la ropa no parece haber tenido el mismo apuro, ya que la colocó sobre el puf muy prolijamente.
Mientras hacían un ping pong de posibilidades abrieron las sábanas esperando hallar evidencia más contundente, entonces algo ocurrió:
-Siempre está hasta en el último deta... ¡Espere! Como dice usted ¡Bingo! ¡Mire! Vellos púbicos que tal vez, con suerte, no pertenezcan a la víctima, así que aguarde un segundo que lo colocamos en un lugar seguro- Dijo Iriarte mientras el Inspector simplemente lo observaba sin emitir palabra.
Se distribuyeron los sitios a revisar. Iriarte se ocuparía del placard y los muebles restantes serían trabajo de Basílico, quien al realizar la apertura de los cajones se dio cuenta de que alguien ya había estado revisándolos, ya que sí bien la ropa permanecía doblada, poseía ciertos pliegues que coincidían con la introducción de una mano tocando el fondo. Este hecho lo apreció en todos los cajones.
Por su parte, Iriarte, revisó los bolsillos de las camperas y los abrigos sin olvidarse de las carteras y los bolsos, con resultado negativo; era tan prolija que ni siquiera había papeles que identificaran algún lugar o persona. Luego continuó con los estantes donde lo único llamativo era que la ropa de abajo presentaba señales de haber sido movida como si se hubiese introducido la mano buscando algo, tal cual lo sugirió Basílico, quien estaba sumamente compenetrado en la búsqueda de cualquier indicio por más insignificante que fuera. Sacó cada cajón de su lugar con la esperanza que tuviera algo detrás escondido o caído. La imitación suele ser la forma más sencilla para aprender, Iriarte al verlo siguió su ejemplo; en el primer cajón halló ropa interior, en el segundo medias y pañuelos, y en el tercero se encontró con accesorios y bijouterí de todo tipo. Solo le quedaba un cajón, así que se sentó en la alfombra y lo sacó. Allí era más que evidente que una mano descuidada había pasado, ya que el título secundario de la joven, como así la partida de nacimiento que estaban adentro de un folio sufrieron maltrato al quedar aprisionados por el cajón, lo que les produjo un doblés bastante importante. Extrajo los papeles que contenía dicho folio y entre ellos encontró un certificado de alta de una clínica de rehabilitación donde estuvo internada seis meses atrás por su adicción a las drogas. Esto hizo que Iriarte quebrara el silencio reinante al dirigirse a Basílico, quien intentaba descifrar una dirección que se hallaba en un papel que parecía haberse mojado en algún momento quedando borroso.
-Inspector escuche, nació un veinticuatro de enero de mil novecientos ochenta en Mendoza. Tenía título de bachiller y por cierto con muy buenas notas. Además hay un certificado que dice que hasta el mes de noviembre del año pasado estuvo internada en una clínica para salir de las drogas. Aquí dice que su madre se llama Cristi...
-Está bien Iriarte- Interrumpió Basílico- Junte todo que lo analizaremos en mi oficina y procederemos a notificar a sus familiares. Además de eso ¿hay alguna otra cosa importante que pueda servirnos?
-No por el momen... Aguarde Inspector- Murmuró Iriarte mientras se tiraba al piso para observar la parte interna del mueble que contenía el cajón donde introdujo la mano y extrajo una pequeña agenda y un sobre con una considerable cantidad de negativos -Ahora sí creo que podremos averiguar algo importante ¿y usted qué halló inspector?
-Unas cartas aparentemente de la madre, parece ser que ella vino a buscar a alguien. También hay una dirección, Avenida Boulevard, pero no se puede leer la altura porque al igual que las cartas se nota que se mojaron y están borrosas, veremos que podemos hacer. Y algo muy curioso Iriarte, junto a ellas se encontraba un puñado de caramelos media hora.
-¿Avenida Boulevard? Es donde está el Departamento de Policía donde trabaja usted ¿No? No entiendo por qué le llaman la atención un puñado de caramelos.
-Si pero esta Avenida es bastante larga, continuemos- Dijo Basílico guardando todo lo encontrado.
Estaban por retirarse de la habitación y Basílico fue hasta la ventana, corrió un poco la cortina y observó a través de los postigones que aún permanecían cerrados y nuevamente liberó algo personal:
-Me resulta llamativo que alguien tan joven amara tanto las plantas, principalmente los helechos, sino mire Iriarte cuantos hay en este balcón, como en la entrada al departamento, el otro pequeño que está en el baño sin olvidarme del que se encuentra en la cocina sobre la heladera. Bueno yo digo así y también tengo unos cuantos, alguien me enseñó a cuidarlos y amarlos. No sé la verdad de que me sorprendo... En realidad si se lo ocurre, al ver a alguien tan joven con gustos tan antiguos, como por ejemplo los caramelos media hora, es raro. Ahora que analizó esto ¿sabe de qué me doy cuenta? Que de mí cuando era joven dirían lo mismo ¿No? No diga nada Iriarte, déjelo así, vamos.
Retornaron al living y Basílico continuó caminando hasta el sillón para observar la marca que habían dejado los peritos de la posición del cuerpo, y en su último paso, pese a estar pisando la alfombra algo nuevamente se le incrustó en la suela.
-¡Espere! Acabo de pisar algo- dijo al tiempo que levantaba el pie y allí estaba, otra piedrita como la de la escalera, la tomó y luego de comparar ambas las guardó como evidencia en bolsitas separadas. Iriarte que lo observaba en silencio no pudo abstenerse de hacer un comentario:
-La verdad creo que me voy a arrepentir de haber elegido este trabajo, porque si usted que tiene un cargo importante evidentemente no gana ni para un par de zapatos imagínese yo que recién empiezo.
-Iriarte por favor guárdese las bromas, si hay algo de lo que se va a arrepentir es de haberme conocido a mí.
Luego del hallazgo el Inspector permaneció unos segundos observando el sitio donde se encontraba el cuerpo y así dio por concluida la primer visita. Una vez fuera del departamento hizo que el oficial colocara la cinta de protección y se quedara haciendo guardia hasta nuevo aviso.
Salieron del edificio e Iriarte extrajo del bolsillo las llaves del automóvil que poseía y cuando se percató que Basílico comenzaba a caminar en dirección al Departamento de Policía vociferó:
-¡Inspector! ¿Se va caminando? Venga, vamos en el auto- Esto provocó una rápida reacción en el receptor, quien dándose vuelta se bajó los lentes un par de centímetros y con una expresión de “ya lo sabía” respondió:
-¿Por qué no me sorprende su actitud Iriarte? A solo seis cuadras del Departamento vino en auto. Yo me pregunto si con sus veintipico de años no camina, ¿Qué le queda para cuando tenga mi edad?
-¡No, no, no, deténgase! Usted hoy me enseñó que nos e debe prejuzgar. Yo vine aquí desde mi casa, la que por cierto queda un tanto apartada, por eso estoy con el auto, y no lo voy a dejar acá.
-La verdad tengo mis dudas de lo que usted manifiesta y no suelo equivocarme, pero en fin, haga lo que tenga que hacer mientras yo disfruto de la caminata.